lunes, 21 de junio de 2010
martes, 15 de junio de 2010
Capitulo VIII del Quijote
Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación
En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vió, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ¿Qué gigantes? dijo Sancho Panza.
Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas: non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por Don Quijote, dijo: pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.
Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante, y embistió con el primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo el correr de su asno, y cuando llegó, halló que no se podía menear, tal fue el golpe que dio con él Rocinante. ¡Válame Dios! dijo Sancho; ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no los podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? Calla, amigo Sancho, respondió Don Quijote, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza, cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón, que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes contra la voluntad de mi espada. Dios lo haga como puede, respondió Sancho Panza. Y ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba; y hablando en la pasada aventura, siguieron el camino del puerto Lápice, porque allí decía Don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero; sino que iba muy pesaroso por haberle faltado la lanza y diciéndoselo a su escudero, dijo: yo me acuerdo haber leído que un caballero español, llamado Diego Pérez de Vargas, habiéndosele en una batalla roto la espada, desgajó de una encina un pesado ramo o tronco, y con él hizo tales cosas aquel día, y machacó tantos moros, que le quedó por sobrenombre Machuca, y así él, como sus descendientes, se llamaron desde aquel día en adelante Vargas y Machuca. Hete dicho esto, porque de la primera encina o roble que se me depare, pienso desgajar otro tronco tal y bueno como aquel, que me imagino y pienso hacer con él tales hazañas, que tú te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a verlas, y aser testigo de cosas que apenas podrán ser creídas. A la mano de Dios, dijo Sancho, yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice; pero enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída. Así es la verdad, respondió Don Quijote; y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella. Si eso es así, no tengo yo que replicar, respondió Sancho; pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir, que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.
No se dejó de reír Don Quijote de la simplicidad de su escudero; y así le declaró que podía muy bien quejarse, como y cuando quisiese, sin gana o con ella, que hasta entonces no había leído cosa en contrario en la orden de caballería. Díjole Sancho que mirase que era hora de comer. Respondióle su amo que por entonces no le hacía menester; que comiese él cuando se le antojase. Con esta licencia se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y sacando de las alforjas lo que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy despacio, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga. Y en tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le hubiese hecho, ni tenía por ningún trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando las aventuras por peligrosas que fuesen. En resolución, aquella noche la pasaron entre unos árboles, y del uno de ellos desgajó Don Quijote un ramo seco, que casi le podía servir de lanza, y puso en él el hierro que quitó de la que se le había quebrado. Toda aquella noche no durmió Don Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, entretenidos en las memorias de sus señoras.
No la pasó así Sancho Panza, que como tenía el estómago lleno, y no de agua de chicoria, de un sueño se la llevó toda, y no fueran parte para despertarle, si su amo no le llamara, los rayos del sol que le daban en el rostro, ni el canto de las aves, que muchas y muy regocijadamente la venida del nuevo día saludaban. Al levantarse dio un tiento a la bota, y hallóla algo más flaca que la noche antes, y afligiósele el corazón por parecerle que no llevaban camino de remediar tan presto su falta. No quiso desayunarse Don Quijote porque como está dicho, dio en sustentarse de sabrosas memorias.
Tornaron a su comenzado camino del puerto Lápice, y a hora de las tres del día le descubrieron. Aquí, dijo en viéndole Don Quijote, podemos, hermano Sancho Panza, meter las manos hasta los codos en esto que llaman aventuras, mas advierte que, aunque me veas en los mayores peligros del mundo, no has de poner mano a tu espada para defenderme, si ya no vieres que los que me ofenden es canalla y gente baja, que en tal caso bien puedes ayudarme; pero si fueren caballeros, en ninguna manera te es lícito ni concedido por las leyes de caballería que me ayudes, hasta que seas armado caballero. Por cierto, señor, respondió Sancho, que vuestra merced será muy bien obedecido en esto, y más que yo de mío me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos y pendencias; bien es verdad que en lo que tocare a defender mi persona no tendré mucha cuenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle. No digo yo menos, respondió Don Quijote; pero en esto de ayudarme contra caballeros, has de tener a raya tus naturales ímpetus. Digo que sí lo haré, respondió Sancho, y que guardaré ese precepto tan bien como el día del domingo. Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios, que no eran más pequeñas dos mulas en que venían. Traían sus anteojos de camino y sus quitasoles. Detrás de ellos venía un coche con cuatro o cinco de a caballo que les acompañaban, y dos mozos de mulas a pie. Venía en el coche, como después se supo, una señora vizcaína que ia a Sevilla, donde estaba su marido que pasaba a las Indias con muy honroso cargo. No venían los frailes con ella, aunque iban el mismo camino; mas apenas los divisó Don Quijote, cuando dijo a su escudero: o yo me engaño, o esta ha de ser la más famosa aventura que se haya visto, porque aquellos bultos negros que allí parecen, deben ser, y son sin duda, algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, y es menester deshacer este tuerto a todo mi poderío. Peor será esto que los molinos de viento, dijo Sancho. Mire señor, que aquellos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera: mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe. Ya te he dicho, Sancho, respondió Don Quijote, que sabes poco de achaques de aventuras: lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás. Y diciendo esto se adelantó, y se puso en la mitad del camino por donde los frailes venían, y en llegando tan cerca que a él le pareció que le podían oír lo que dijese, en alta voz dijo: gente endiablada y descomunal, dejad luego al punto las altas princesas que en ese coche lleváis forzadas, si no, aparejáos a recibir presta muerte por justo castigo de vuestras malas obras.
Detuvieron los frailes las riendas, y quedaron admirados, así de la figura de Don Quijote, como de sus razones; a las cuales respondieron: señor caballero, nosotros no somos endiablados ni descomunales, sino dos religiosos de San Benito, que vamos a nuestro camino, y no sabemos si en este coche vienen o no ningunas forzadas princesas. Para conmigo no hay palabras blandas, que ya yo os conozco, fementida canalla, dijo Don Quijote. Y sin esperar más respuesta, picó a Rocinante, y la lanza baja arremetió contra el primer fraile con tanta furia y denuedo, que si el fraile no se dejara caer de la mula, él le hiciera venir al suelo mal de su grado, y aun mal ferido si no cayera muerto. El segundo religioso, que vio del modo que trataban a su compañero, puso piernas al castillo de su buena mula, y comenzó a correr por aquella campaña más ligero que el mismo viento. Sancho Panza que vio en el suelo al fraile, apeándose ligeramente de su asno, arremetió a él y le comenzó a quitar los hábitos. Llegaron en esto dos mozos de los frailes, y preguntáronle que por qué le desnudaba. Respondióles Sancho que aquello le tocaba a él legítimamente, como despojos de la batalla que su señor Don Quijote había ganado. Los mozos, que no sabían de burla, ni entendían aquello de despojos ni batallas, viendo que ya Don Quijote estaba desviado de allí, hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho, y dieron con él en el suelo; y sin dejarle pelo en las barbas le molieron a coces y le dejaron tendido en el suelo sin aliento ni sentido: y sin detenerse un punto, tornó a subir el fraile, todo temeroso y acobardado y sin color en el rostro y cuando se vio a caballo picó tras su compañero, que un buen espacio de allí le estaba aguardando, y esperando en qué paraba aquel sobresalto; y sin querer aguardar el fin de todo aquel comenzado suceso, siguieron su camino haciéndose más cruces que si llevaran el diablo a las espaldas. Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablando con la señora del coche, diciéndole: la vuestra fermosura, señora mía, puede facer de su persona lo que más le viniera en talante, porque ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo derribada por este mi fuerte brazo; y porque no penéis por saber el nombre de vuestro libertador, sabed que yo me llamo Don Quijote de la Mancha, caballero andante y aventurero, y cautivo de la sin par y hermosa doña Dulcinea del Toboso; y en pago del beneficio que de mí habéis recibido o quiero otra cosa sino que volváis al Toboso, y que de mi parte os presentéis ante esta señora, y le digáis lo que por vuestra libertad he fecho. Todo esto que Don Quijote decía, escuchaba un escudero de los que el coche acompañaban, que era vizcaíno; el cual, viendo que no quería dejar pasar el coche adelante, sino que decía que luego había de dar la vuelta al Toboso, se fue para Don Quijote, y asiéndole de la lanza le dijo en mala lengua castellana, y peor vizcaína, de esta manera: anda, caballero, que mal andes; por el Dios que crióme, que si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno. Entendióle muy bien Don Quijote, y con mucho sosiego le respondió: si fueras caballero, como no lo eres, ya yo hubiera castigado tu sandez y atrevimiento, cautiva criatura. A lo cual replicó el vizcaíno: ¿yo no caballero? juro a Dios tan mientes como cristiano; si lanza arrojas y espada sacas, el agua cuán presto verás que el gato llevas; vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo; y mientes, que mira si otra dices cosa. Ahora lo veredes, dijo Agraves, respondió Don Quijote; y arrojando la lanza en el suelo, sacó su espada y embrazó su rodela, y arremetió al vizcaíno con determinación de quitarle la vida.
El vizcaíno, que así le vio venir, aunque quisiera apearse de la mula, que por ser de las malas de alquiler, no había que fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada; pero avínole bien que se halló junto al coche, de donde pudo tomar una almohada que le sirvió de escudo, y luego fueron el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos. La demás gente quisiera ponerlos en paz; mas no pudo, porque decía el vizcaíno en sus mal trabadas razones, que si no le dejaban acabar su batalla, que él mismo había de matar a su ama y a toda la gente que se lo estorbase. La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una gran cuchillada a Don Quijote encima de un hombro por encima de la rodela, que a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura. Don Quijote, que sintió la pesadumbre de aquel desaforado golpe, dio una gran voz, diciendo: ¡oh señora de mi alma, Dulcinea, flor de la fermosura, socorred a este vuestro caballero, que por satisfacer a la vuestra mucha bondad, en este riguroso trance se halla! El decir esto, y el apretar la espada, y el cubrirse bien de su rodela, y el arremeter al vizcaíno, todo fue en un tiempo, llevando determinación de aventurarlo todo a la de un solo golpe. El vizcaíno, que así le vio venir contra él, bien entendió por su denuedo su coraje, y determinó hacer lo mismo que Don Quijote: y así le aguardó bien cubierto de su almohada, sin poder rodear la mula a una ni a otra parte, que ya de puro cansada, y no hecha a semejantes niñerías, no podía dar un paso. Venía, pues, como se ha dicho, Don Quijote contra el cauto vizcaíno con la espada en alto, con determinación de abrirle por medio, y el vizcaíno le aguardaba asimismo, levantada la espada y aforrado con su almohada, y todos los circunstantes estaban temerosos y colgados de lo que había de suceder de aquellos tamaños golpes con que se amenazaban, y la señora del coche y las demás criadas suyas estaban haciendo mil votos y ofrecimientos a todas las imágenes y casas de devoción de España, porque Dios librase a su escudero y a ellas de aquel tan grande peligro en que se hallaban. Pero está el daño de todo esto, que en este punto y término deja el autor de esta historia esta batalla, disculpándose que no halló más escrito destas hazañas de Don Quijote, de las que deja referidas. Bien es verdad que el segundo autor de esta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que de este famoso caballero tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin de esta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en el siguiente capítulo.
Cómo termina este capítulo:
Después de estar loco se vuelve una persona cuerda.
martes, 8 de junio de 2010
Celestina
La celestina
La obra nos cuenta la historia de dos jóvenes los que une el amor y una vieja alcahueta llamada Celestina, la cual por medio de “engaños” consigue unir a los dos jóvenes).
La acción empieza en el huerto de Melibea donde Calisto se presenta y le declara su amor, esta le rechaza y el joven se va a casa desconsolado. Allí esta Sempronio (su criado mayor) que le pregunta lo que le sucede, Calisto se lo cuente y Sempronio le aconseja que vaya a ver a una vieja a la que él conoce y que esta seguro que le podría ayudar. Calisto esta de acuerdo y lo manda a hablar con Celestina.
El que no esta muy de acuerdo es Pámeno, otro criado de Calisto más joven, el que ve los negocios turbios que se traían ente manos Sempronio y Celestina, los que pensaban sacar un buen partido del amor de Calisto. Esta actitud de Pármeno cambiará cuando este ve que también él podría sacar algo del partido y porque Celestina consigue que se “acueste” con su amada Areúsa.
Celestina empieza la conquista de Melibea con una invocación al demonio, después fue a casa de esta y consigue estar con ella diciendo que vende hilos. La estrategia comienza camelándosela y alagándola y después le comenta que esta allí por Calisto, Melibea se enfado y quiso echar a Celestina de su casa, pero la astuta vieja le dice que es por un dolor de muelas que tiene el chico y le pide un cordón que tiene ella para sanarlo, y esta acepta y se lo da.
Celestina le entrega el cordón a Calisto y este le recompensa con ropa.
Después de esto una noche estando en casa de Celestina esta, Sempronio y su acompañante Elicia, Pármeno y Areúsa, se presento Lucrecia la criada de Melibea diciendo que su ama quería concertar una cita con el joven Calisto.
A partir de ahí la obra toma un curso diferente, el amor idealizado que tenía Calisto pasa a ser un mero amor carnal desde el momento que empieza a verse con Melibea.
La avaricia de Celestina es la que hace que las riquezas obtenidas por el trabajo realizado a Calisto, no las comparta con sus “socios” Pármeno y Sempronio.
Estos llenos de ira porque Celestina no quería compartir las riquezas la asesinan, al ver esto Elicia grita y llama la atención de los alguaciles, los dos intentan escapar por la ventana y no consiguen nada sino muchas magulladuras, y son condenados y decapitados por el asesinato de la vieja.
Después de esto Calisto contrata dos nuevos criados: Tristán y Sosia.
Elicia y Areúsa contratan a un asesino de pago llamado Centurio para que mate a Calisto por no hacer nada cuando sus antiguos criados fueron apresados y condenados.
Una de las noches en las que se estaban viendo Calisto y Melibea hubo una disputa entre unos hombres mandados por Centurio, Calistio que estaba en lo alto de una tapia se asusta se cae y muere, Melibea no pudo soportar tal perdida que decide suicidarse. Al ver el cadáver de su hija Pleberio hace un planto final en el que le pide respuestas al amor y la fortuna por haber muerto su hija y no él que esta más viejo e intenta comparar su situación con la de célebres personajes históricos.
Carlos V
Primer monarca español de la casa de Austria, nace en Gante el 24 de febrero de 1500. Era hijo de Felipe el Hermoso y de Juana de Castilla y nieto por línea materna de los Reyes Católicos. Por incapacidad de su madre heredó el trono de España a la muerte de su abuelo, el rey Fernando, en 1516. En marzo del mismo año, Carlos de Gante fue proclamado rey de Castilla y Aragón en la iglesia de Santa Gúdula de Bruselas. Carlos había sido educado en Gante por Guillaume de Croy, señor de Chièvres (1458-1521), y por Adriano de Utrech, que más tarde sería papa con el nombre de Adriano VI. Viajó a España para hacerse cargo de su reino sin conocer la lengua castellana y acompañado del todopoderoso Guillaume de Croy. Había sido escoltado desde Flesinga por tres escuadras de Holanda, Zelanda y España. En conjunto 40 naves gruesas y 12 naves menores. Desembarcó en la villa asturiana de Tazones (cerca de Villaviciosa), en lugar de Santander donde le aguardaban las autoridades para la recepción de bienvenida. Según García Cárcel, la llegada a Tazones se debió a un error de los pilotos vizcaínos. El regente Cisneros había salido al encuentro del rey, pero al llegar a Roa le sorprendió la muerte, aunque ya anteriormente Carlos le había relevado de todos sus cargos. En 1518 otorgó las primeras licencias para la venta de esclavos hacia las Indias. En cien años, constituyeron el diez por ciento de la población de los virreinatos españoles.
Es nombrado emperador (1520):
En 1519, al morir su abuelo paterno el emperador Maximiliano de Austria, heredó los estados de la casa de los Habsburgo. Fue coronado emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico en Aquisgrán, ante la tumba de Carlomagno, el 20 de octubre de 1520, con lo que se convirtió en el soberano más poderoso de Europa. El carácter religioso del título marcaría su política posterior. Lo que le importó fue hacer prevalecer una Europa cristiana al frente de la cual había sido elegido él mismo, designado por la deidad.
Entretanto en España surgió en Castilla la llamada Guerra de Comunidades, como protesta por las imposiciones de los gobernantes extranjeros. Los comuneros fueron derrotados por los imperiales el 23 de abril de 1521 en Villalar. Sus jefes, Bravo, Maldonado y Padilla fueron ejecutados. Más tarde se produjo en Levante el movimiento de las Germanías -o "hermandades de menestrales"- contra la nobleza y sus privilegios. El movimiento también fue vencido.
Numerosas Guerras:
Carlos V sostuvo seis guerras con Francia; en la primera derrotó a los franceses en la batalla de Pavía (1525), haciendo prisionero al rey Francisco I.
Durante la segunda guerra con Francia el papa Clemente VII (1483-1546) miembro de la familia Medici, que había sucedido al papa Adriano VI en 1523, receloso del empuje imparable de Carlos V, se alió con Francisco I, Venecia, Florencia, Milán y Enrique VIII en la Liga de Cognac (1526). La respuesta del Emperador provocó el violentísimo Saco de Roma (1527) a manos de los lansquenetes alemanes, dirigidos por el condestable de Borbón, haciendo prisionero al papa. Tras la paz de Cambray o de las Damas, el Papa corona por dos veces a Carlos V (22 y 24 de febrero de 1530) como emperador en Bolonia. Clemente VII no llevó a cabo el último intento de Carlos V de convocar un concilio que hiciera posible un acuerdo con los luteranos.
Ese mismo año se produce la apertura de la Dieta de Aubsburgo, que da lugar a la ruptura entre católicos y protestantes. Las 95 tesis de Lutero, relativas a las indulgencias, se habían hecho públicas por primera vez en 1517 en la iglesia de Wittemberg. Sus teorías habían convencido a muchos alemanes. En 1531 se inicia la guerra entre los príncipes protestantes y Carlos V. En 1532 como consecuencia de una caída durante un viaje a Ratisbona sufre su primer ataque de gota que se repetirán con frecuencia durante los años cuarenta. Enrique VIII de Inglaterra provoca el cisma con Roma. Tras las dietas de Worms y Spira, los enfrentamientos entre católicos y protestantes desembocaron en una guerra: En la batalla de Mülberhg (1547), los imperiales derrotan a las tropas protestantes del elector Federico de Sajonia. Cuatro años más tarde estuvo a punto de caer prisionero en Innsbruck y tuvo que asumir el fracaso del sitio de Metz, para el que había logrado reunir con muchos apuros económicos un gran ejército que fue diezmado por por el frío y las enfermedades. Tuvo que reconocer más tarde, con la paz de Augsburgo (1555), la libertad religiosa a ambos bandos. Enrique II de Francia (sucesor de Francisco I en 1547) consiguió unir un extraordinario ejército, al que se unió el príncipe Mauricio de Sajonia (compañero de armas del Emperador). Carlos V se conformó con conservar a los Países Bajos fuera del dominio francés y abandonó su plan para que Felipe II le sucediera como Emperador. En enero de 1553 el ejército de Enrique II (1519-1559) había avanzado sobre el Imperio Germánico tomando Metz, Toul y Verdún. Fue derrotado en San Quintín (1557), tomó Calais (1558) y en 1559 firmó con Felipe II la Paz de Chateau-Cambresis.
Expansión del imperio en el Nuevo Mundo:
Su pasión y verdadero mundo es Europa. En 1533 Francisco Pizarro toma Cuzco, capital del imperio Inca. En 1541 los españoles logran someter a los mayas. El vasto imperio que le ofrece Hernán Cortés no le impresiona, salvo en las ingentes cantidades de oro y plata que llegan a Sevilla, para él siempre insuficientes. En 1540 Valdivia inicia su marcha hacia Chile y funda Santiago, centro de sus exploraciones, en 1541. El 25 de octubre de 1555, en el palacio de Bruselas, en el acto de abdicación solemne de los Países Bajos dice:
"Nueve veces fui a Alemania la Alta, seis he pasado en España, siete en Italia, diez he venido aquí a Flandes, cuatro en tiempos de paz y de guerra he entrado en Francia, dos en Inglaterra, otras dos fui contra Africa, las cuales son todas cuarenta, sin otros caminos de menos cuenta, que por visitar mis tierras tengo hechos. Y para esto he navegado ocho veces el mar Mediterráneo y tres el océano de España, y agora será la cuarta que volveré a pasarlo para sepultarme; por manera que doce veces he padecido las molestias y trabajos de la mar".
En enero de 1556 tuvo lugar la abdicación de los reinos de Castilla y Aragón, Sicilia y Nuevas Indias en sus habitaciones privadas, renunció a la Corona de España a favor de su hijo Felipe II, y el imperio de Alemania a favor de su hermano Fernando II. A mediados de septiembre de 1556 emprende el último viaje de su vida. Partió del puerto de Flesinga en los Países Bajos y las 56 naves que componían la flota llegaron a Laredo el 28 del mismo mes.
Las gestiones pacificadoras de Juan Luis Vives (1492-1540):
Preocupado por las contiendas que dividían Europa y soñando obtener la paz entre los reinos cristianos redactó una serie de cartas-opúsculos. Una al papa Adriano VI sobre el malestar y los disturbios de Europa, donde reclamaba la pronta reunión de un Concilio que pusiere fin a tanta división. Las guerras entre Francisco I y Carlos V le movieron a escribir dos cartas a Enrique VIII como posible mediador. A Juan Longland, confesor del Rey de Inglaterra, escribía en 1524 sobre los obstáculos y remedios para conseguir la paz. En 1529 publicaba De Pacificatione. Pero en esta línea su obra más ambiciosa es De Concordia et Discordia in Humano Genere (1529), dirigida al César Carlos V. En ella le dice que Europa, asolada por tantas guerras, «de ninguna otra cosa necesita con más agudo apremio que de su inmediato apaciguamiento y concordia» y en la que dibuja también el panorama de las causas de la discordia y la imagen del príncipe ideal. [...] En 1522 fue propuesto para desempeñar la Cátedra vacante en Alcalá por la muerte de Nebrija, con un sueldo de 200 florines de oro anuales; pero no aceptó. Al año siguiente se traslada a Inglaterra. En Oxford explicó Humanidades y Jurisprudencia. Su amistad entrañable con Enrique VIII y Catalina de Aragón llegó, según el testimonio de Wood y Vossio, a que los reyes y la corte acudieran a las clases de Vives. [...] En 1528, con motivo de la separación de Enrique VIII de su esposa Catalina de Aragón para unirse a Ana Bolena, abandonó definitivamente la corte inglesa. (R.Marín)
Retiro en el monasterio de Yuste (Extremadura):
Permaneció alojado varios meses en el palacio que los duques de Oropesa tenían en Jarandilla. Esperaba a que acabaran las obras del palacete que había mandado a construir adosado al monasterio. Le acompañaba el retrato de Isabel de Portugal que pintó Tiziano. Mirándolo, lamentaba que los asuntos de estado le hubieran alejado de ella tanto tiempo (la mitad de los trece años que duró el matrimonio). Murió el 21 de septiembre de 1558 de unas fiebres palúdicas que contrae en Yuste. Tenía algunas cualidades destacables, sombras defectuosas y profundas debilidades. Más allá de su probada honestidad y coherencia como hombre de Estado, alcanzó una profunda perspicacia en el conocimiento y uso de los otros hombres. Fue melancólico, piadoso y audaz. Desde el punto de vista religioso, trató de llegar a un acuerdo que conciliara la reforma que la iglesia necesitaba con los intereses del papado, pero no lo consiguió. Cuando la reforma se produjo en oposición al papado y las posiciones se radicalizaron, no dudó en situarse del lado de la ortodoxia.
Interpretación de los liberales (1835):
El primer gran desastre lo había representado Carlos V, quien pisoteó las libertades en España. Esta fue básicamente una interpretación libre de la revuelta de los comuneros (1520-1521), en la que las principales ciudades del norte de Castilla protestaron en contra de ciertos aspectos de las políticas de Carlos, aunque finalmente fueron derrotadas en la batalla de Villalar. Una frase clave utilizada por Argüelles fue: "Perecen las libertades públicas en los campos de Villalar". En su Examen histórico de 1835, Argüelles sentó las líneas de la interpretación liberal. La más alta nobleza traicionó al pueblo y ayudó al rey a aplastar la rebelión popular. Carlos aprovechó la oportunidad para ejecutar a sus opositores y el reino quedó "a discreción del rey", quien ahora era absolutista. Carlos completó su triunfo al volverse contra los nobles y excluirlos de las Cortes en 1538. Esta opresión dio paso a "una nueva era en que la nación comenzó a decaer rápidamente". El mito de la "decadencia" se puso así en marcha. En el caso de que el emperador obtuviera logros políticos y militares en Europa, éstos eran meramente una falso "brillo". Modesto Lafuente puso por escrito la versión liberal definitiva. Su presentación, que reinó de manera absoluta hasta comienzos del siglo XX, e incluso puede encontrarse en nuestros días en algunos escritos sobre historia española, comenzaba con la premisa básica de una España arruinada por los soberanos extranjeros y sometida al absolutismo extranjero. Lógicamente, la solución se encontraba en el rechazo a la monarquía y en el apoyo a las tradiciones democráticas esenciales de España. "El reinado de Carlos V -expuso Lafuente con firmeza- nos admira pero no nos entusiasma". Tenía dos razones. En lo político, el régimen Habsburgo era tiránico, debido a que había destruido las instituciones representativas que Castilla había heredado de la Edad Media. "Perecen las libertades públicas de Castilla en los campos de Villalar. Fue la última protesta armada de la libertad contra la opresión". La conclusión de Lafuente no pudo haber sido más enérgica: Las libertades españolas, cuya conquista había costado tan heroicos sacrificios, tan preciosa sangre por espacio de siglos, fueron ahogadas en sangre española por dos príncipes de origen extranjero. En política esto fue lo que debió España a los dos primeros soberanos de la casa de Austria. (Lafuente)
En cuanto a lo económico, los Habsburgo llevaron a la ruina a una nación que había sido próspera. Los españoles, bajo la soberanía de Carlos V, estaban ofuscados por el brillo de las adquisiciones y de las hazañas, iban olvidando poco a poco la pérdida de sus libertades, la emigración de sus tesoros y de sus hijos, con cuya sangre se compraban aquellos lauros. Aquí se paralizaba la industria interior, y se agotaba la sangre de los hombres. Obstinada la dinastía austriaca en dominar Europa, despobló la España, sacrificó sus hijos, agotó sus tesoros y agotó sus libertades políticas. (Lafuente)
Emilio Castelar, historiador y presidente de la Primera República, miró hacia atrás en 1876 para ver, sin simpatía, "aquel gran cadáver que era la España absolutista" de los Habsburgo. En cuanto a este panorama, la única voz que disentía era la del escritor Angel Ganivet, quien en su Idearium (1897) presentó un punto de vista bastante diferente sobre Villalar. Para él, los comuneros representaban el pasado tradicional y regional, y temían aceptar la nueva Europa progresista representada por Carlos V. Esta interpretación corregida sobre el emperador, la cual recibió el apoyo de la nueva revaluación conservadora del papel "imperial" del emperador, empezó a reemplazar, a comienzos del siglo XX, la anterior visión liberal. (Henry Kamen)
Parte sobre la persecución de la herejía luterana. Codicilo, Yuste (1558):
[... ] mandará proseguir en ello hasta que se ponga en execución, todavía por lo que debo al servicio de nuestro Señor, ensanchamiento de su Fee y conservación de su yglesia y Religión Christiana, en cuya deffensión he padecido tantos y tan grandes trabajos y menoscabo de mi salud, como es notorio, y por lo mucho que desseo quel Rey, mi hijo, como tan cathólico haga lo mismo, como lo confío de su virtud y christiandad, le ruego y encargo, con toda la instancia y vehemencia que puedo y devo, y mando como padre, que tanto le quiere y ama, por la obediencia que me deve, tenga desto grandíssimo y special cuydado como de cosa más principal y en que tanto le va, para que los ereges sean pugnidos y castigados con toda demostración y rigor, conforme a sus culpas, y esto sin excepción de persona alguna, ni admitir ruego, ni tener respecto a nadie, y que para effecto dello favorezca y mande favorecer el santo Officio de la Inquisición, por los muchos y grandes daños que por ella se quitan y castigan, como por mi testamento se lo dexo encargado. Por que demás que en hazello assi, cumplirá con los ques obligado, nuestro Señor encaminará sus cosas y las favorecerá y deffenderá de sus enemigos y dará buen sucesso en ellas, y a mí, grandíssimo descanso y contentamiento.
lunes, 7 de junio de 2010
Rodrigo Díaz de Vivar
Rodrigo se formó en la corte de Fernando I, donde trabó amistad con el infante Sancho, al que acompañó a una temprana edad, quizás 15 años, hasta la capital del reino musulmán de Zaragoza, cuyo príncipe era tributario del rey castellano-leonés. El viaje sirvió para forjar una alianza cristiano-musulmana con el objetivo de combatir al rey aragonés, Ramiro, al que se arrebató la plaza de Graus para reintegrarla a la taifa del Ebro. El tempranero éxito en el campo de batalla y los honores posteriores dispensados por al-Muqtadir debieron de impactar al joven castellano, que conoció de primera mano el modo de vida de las ciudades musulmanas y el juego de alianzas fronterizas imperante en la península durante el primer tercio del siglo XI.
A la muerte de Fernando I, en 1065, su reino se divide entre sus hijos. Sancho, ya como rey de Castilla, encumbra al Campeador a las más altas cimas de su corte, en lo que parece una prometedora carrera. Sin embargo, en 1072 se produce un acontecimiento funesto para las expectativas y ánimo del Cid. Sancho II muere asesinado por Bellido Dolfos en el asedio de la ciudad de Zamora, dónde se encontraba su hermano, Alfonso VI de León.
Todo parece indicar que el famoso juramento de Santa Gadea carece de rigor histórico, ya que las primeras relaciones de Alfonso VI con Rodrigo Díaz de Vivar fueron cordiales, de hecho, en torno al 1074, el guerrero castellano contrajo matrimonio con Jimena, sobrina del monarca leonés y miembro de la nobleza, como hija del conde de Oviedo, aunque las Mocedades de Rodrigo aseguran que era hija del conde Gómez de Gormaz, al que el Campeador decapitó para vengar a su padre.
La Historia Roderici nos relata que en el año 1079, como embajador de Alfonso VI, se desplazó hasta Sevilla para cobrar parias. Estando en la corte de al-Mutamid, llegó la noticia de que el conde García Ordóñez acompañaba al rey de la taifa de Granada que se dirigía hasta la ciudad hispalense con intenciones beligerantes. Sin dudarlo, el Campeador se ofreció a ayudar a su aliado, quizás en un intento de escalar posiciones en la corte alfonsina, ya que el enfrentamiento entre ambos condes se vio salpicado de buenas dosis de orgullo personal. Así tuvo lugar la batalla de Cabra, en la que salió victorioso el Cid.
El primer destierro del Cid
La vuelta a la corte castellano-leonesa debió de resultar dura. Pese a su derrota, García Ordóñez seguía gozando de la máxima confianza de Alfonso VI, por lo que Rodrigo, que había degustado las mieles del triunfo y la riqueza de las cortes musulmanas de Zaragoza y Sevilla, comenzó a sopesar la posibilidad de iniciar una aventura personal lejos de sus orígenes, conocedor de las necesidades de los reyes de taifas de contar con un espléndido estratega militar que defendiera sus fronteras en lugar de los poco entrenados infantes andalusíes.
Después de diez años de fiel vasallaje, el Cid vio su oportunidad cuando en la primavera de 1081 se decide a liderar una campaña militar en torno a las tierras de Gormaz, que habían sido atacadas por sorpresa por musulmanes procedentes de la taifa de Toledo. Las huestes del castellano penetran en los territorios de al-Qadir entregándose al saqueo de los campos y al asalto de poblaciones de la zona nororiental de la taifa. Alfonso VI, descontento con su actuación, que ponía en serio riesgo sus negociaciones amistosas con el príncipe toledano, decide condenarlo al destierro por deslealtad.
Seguro de sí mismo, el Campeador marcha a tierras catalanas para ofrecer sus servicios a los condes Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, pero no es bien acogido. Rechazado, acude a Zaragoza, donde al-Muqtadir acepta gustoso la propuesta cidiana. Entre 1081 y 1087, Rodrigo Díaz de Vivar combate en nombre de los musulmanes contra el rey de las taifas de Lérida, Tortosa y Denia; contra Sancho Ramírez de Aragón y contra el conde Berenguer Ramón II de Barcelona, a los que derrota y humilla.
Apremiado por la derrota de Sagrajas en 1086, Alfonso VI pide ayuda a todos sus señores para hacer frente a la amenaza Almorávide. El Campeador recibe el encargo de ahuyentar del territorio valenciano a todos los aspirantes al dominio de la zona bajo la promesa, según la Historia Roderici, de que adquiriría en propiedad todas las tierras que conquistase en Levante bajo el nombre del rey. El Cid cumple el encargo a la perfección, ganándose el tributo de Sagunto y Alpuente, lo que le permite mantener a su ejército sin que el rey tenga que aportar ni un solo sueldo.
El segundo destierro
Crecido por el poder y probablemente preocupado por granjearse un territorio autónomo en Levante, Rodrigo Díaz de Vivar se gana el segundo destierro cuando no acude a la llamada de Alfonso VI para colaborar en la defensa de la fortaleza de Aledo, en Murcia, asediada de nuevo por los almorávides de Yusuf. El Campeador aprovecha la ocasión para intensificar su presión sobre los señores levantinos, a los que vuelve a cobrar tributos a cambio de protección. En 1089 derrota a al-Mundir en Denia. Poco después, Berenguer Ramón II, aliado con al-Hachib de Lérida, ataca al Cid en Tévar, pero es repelido en 1090.
En 1092, espoleado por los éxitos militares, decide acometer la empresa de la toma de Valencia no sin antes acudir a La Rioja en auxilio de la taifa de Zaragoza para combatir a su enemigo García Ordóñez, momento que aprovecha Alfonso VI para atacar Tortosa y la capital levantina con apoyo naval de Génova y Pisa, aunque no obtiene resultados.
Rodrigo conquista Valencia
El fracaso militar del rey, que no contó con la colaboración del Cid, permite a Rodrigo Díaz de Vivar iniciar por su cuenta una intensa y violenta ofensiva sobre la capital levantina, que asedia sin contemplaciones, asolando los campos y destruyendo sus arrabales. En 1094, obtiene la capitulación definitiva de la urbe, en la que entra victorioso.
El triunfo sobre los almorávides en la batalla de Cuarte, una de las más importantes de su trayectoria, permite al Campeador la imposición de parias de forma generalizada desde Lérida y Tortosa hasta la capital levantina, configurando así un principado islámico bajo soberanía de un príncipe cristiano, en el que sigue vigente la legalidad coránica.
La obtención de riquezas y el orgullo de ser el único capaz de frenar la violenta irrupción peninsular de los almorávides, que habían contrarrestado el golpe de efecto que Alfonso VI había dado al tomar Toledo, suponen un triunfo personal para Rodrigo.
Tras liderar una última campaña victoriosa contra Yusuf, la de Murviedro, en 1098 y 1099, el Cid muere en la ciudad de Valencia dejando a su viuda, Jimena, la custodia del reino valenciano y territorios adyacentes. Sin embargo, carente de apoyos externos, la resistencia sólo pudo prolongarse hasta 1102, fecha en la que los cristianos abandonan la ciudad después de incendiarla.
Enterrado originalmente en la catedral de Valencia, los restos del Campeador son trasladados al caer la ciudad en manos musulmanas hasta el monasterio de San Pedro de Cardeña, ubicación de indudable sabor cidiano, donde comienza a gestarse la otra historia de el Cid..
martes, 1 de junio de 2010
Diferencias entre arte Gótico y Románico
Escultura Románica
Se caracteriza, por cierta rigidez de formas, falta de expresión adecuada (a veces, exagerada) en las figuras, olvido del canon escultórico en la forma humana, forzada simetría en el plegado de los paños (muy parecida a la del periodo arcaico griego), repetición y monotonía en los tipos de una escena, tosquedad en la ejecución de la obra y frecuente adopción de flora estilizada y de fauna monstruosa como asuntos ornamentales y simbólicos. La escultura románica de la época de transición va perdiendo algo de dicha rigidez, simetría y exageración de la línea recta y vertical mientras gana en finura, realismo y movimiento distinguiéndose también por la abundancia de menudos y estrechos pliegues en la vestimenta.
Escultura Gótica
La escultura gótica evolucionó desde un estilo alargado y rígido, aún en parte románico, hacia un sentimiento espacial y naturalista a finales del siglo XII y principios del siglo XIII. La influencia de las esculturas griegas y romanas que aún se conservaban se incorporaron al tratamiento de las telas, las expresiones faciales y la pose.
Arte Románico
- Empleo del arco de medio punto
- Piedra escuadrada pero no pulida
- Cabeceras de semitambor adornadas con arquillos y bandas rítmicamente dispuestas
- Los templos se cubren con bóvedas pétreas de cañón y horno
- Las naves son más amplias y elevadas, al menos en comparación con antiguos edificios prerrománicos
- Se emplean los pilares como sustentación
- No hay figuración escultórica
Arte Gótico:
Frente a las pequeñas y oscuras iglesias rurales del románico, el gótico eleva prodigiosas catedrales llenas de luz, desarrolla una importante arquitectura civil e independiza a las otras artes plasticas (pintura y escultura) de su subordinación al soporte arquitectónico.
martes, 25 de mayo de 2010
Cena de diver
martes, 20 de abril de 2010
lunes, 29 de marzo de 2010
martes, 2 de marzo de 2010
- ¿Qué trabajos crees que te están quitandos los inmigrantes?
- ¿Qué trabajo haría yo de los que están realizando los inmigrantes?
R/ No creo que los inmigrantes estén quitando ningún trabajo antes ayuda a la economía española porque ellos realizan el trabajo que los españoles no quieren hacer.
R/ Como empleada en una casa
Como sera la economia en el 2050
Sociedad incluyente
Sí todos pusieramos de nuestra parte conseguiriamos una sociedad incluyente.
pero como somos unas personas ignorantes no aceptamos que otras personas puedan ser de otra religión, color y constumbres todo funcionaria mejor si solo nos fijaramos en los valores de las personas y en lo importante q es para la economia española.
martes, 23 de febrero de 2010
Medidas para contribuir a la degradación del medio ambiente
- Usar menos el coche
- Separar la basura
- Mas puntos limpios
- Evitar tirar basura a la calle
- Reciclar y reutilizar todos los materiales que podamos
- Que las fábricas sean mas ecológicas y no derrochen tanto
- No cortar tantos árboles para hacer madera y papel
- No tirar cosas de las fábricas a los mares o ríos porque dañan la fauna y flora e introducen sustancia tóxicas